Los poderes dispensan al
presidente reelecto de toda investidura hasta su regreso de Cuba
La enfermedad de Hugo Chávez se ha convertido
en un esperpento político. Lo demuestra el hecho de que el Tribunal Supremo
haya avalado ayer una “continuidad administrativa” que dispensa al presidente
reelecto de la investidura, hoy, ante la Asamblea Nacional. Esta, de forma
escandalosa, había aprobado la víspera que el mandatario —reelegido para un
tercer periodo, de 2013 a 1019— se tome “todo el tiempo que necesite”, para
recuperarse y regresar a su país.
Esconder la información sobre la
situación médica de Chávez constituye una afrenta democrática, especialmente en
estos tiempos de la comunicación en red. Todos los venezolanos tienen derecho a
saber. La opacidad es una tomadura de pelo a los ciudadanos, sean o no
chavistas.
Este silencio se ha urdido desde hace
tiempo, y quizás para gestionarlo con más eficacia, Chávez decidió operarse por
cuarta vez de un cáncer de naturaleza no desvelada en Cuba, lo que, además,
constituye el reconocimiento de otro fracaso —el de la medicina venezolana— y
ratifica las intenciones del castrismo de seguir influyendo en la suerte de
Venezuela (y beneficiándose de su petróleo).
Es difícil precisar, con la información
disponible, si Venezuela está ante la previsión constitucional de una “falta
absoluta” de su presidente, lo que obligaría a convocar en 30 días unas
elecciones que ni los chavistas ni la oposición —temerosa de un nuevo revolcón
tras sus recientes derrotas— desean. O si se trata de una “falta temporal” que
daría un respiro de hasta 180 días. De hecho, la Sala Constitucional del
Supremo, que nunca ha fallado en contra del Gobierno, se ha situado en una
tercera opción: la de que “aquí no pasa nada”.
No puede sorprender; el chavismo limpió
muy recientemente el Supremo de los pocos independientes que le quedaban y
controla todos los resortes de un poder del Estado que desconoce la división de
Montesquieu. El chavismo domina plenamente el Estado a través del petróleo, las
Fuerzas Armadas y el Supremo. Y el Estado tapa el estado del presidente
reelecto.
El país no dispone de “todo el tiempo”. La enfermedad presidencial está
aplazando decisiones capitales —como la devaluación de la moneda— para la
recuperación de una economía desastrosamente gestionada por el régimen. En todo
caso, nadie debe estar interesado en estos momentos en tensar la situación ni
en llevar a Venezuela al caos. Es necesaria la serenidad.
EL BLOG OPINA
Cualquier persona de
juicio no puede avalar el disparate jurídico que se ha engendrado en Venezuela.
Sin embargo muchos se cuidan las espaldas por diversas razones, más aún si
reciben emolumentos del régimen; entre ellos, jefes de estado con escaso
decoro. La historia los juzgará sin remedio y de su conciencia se encargará la infalible providencia Todo por la necia e ignorante ambición de “un puñado de dólares”. Lo
correcto es cumplir y respetar la Constitución, su letra que es precisa y no deja lugar a
dudas.