Indio Yanomami, 1976. Foto por Edgardo González Niño
Andrés
Ortega Mendoza
Cursó
estudios de Electrónica y Matemáticas en el Instituto Venezolano de
Investigaciones Científicas (IVIC) cuando fue presidido por los doctores
Humberto Fernández Morán y Marcel Roche.
Twitter
Facebook Copy Link
PARAÍSO
SOSTENIBLE
La inmensa
selva amazónica ocupa más del 30% del territorio de Brasil y se extiende hacia
sus países limítrofes, correspondiéndole a Venezuela 175,000 km2 que conforman
su Estado Amazonas.
En su obra
Amazonia, un paraíso ilusorio (Editorial siglo XXI, 1976) la antropóloga Betty
Meggers de la Smithsonian Institution, expone los sorprendentes resultados de
sus dos décadas de investigaciones en las selvas de Brasil, que revelan cómo
esa exuberante vegetación es producto de un prodigioso proceso de la propia
naturaleza para proteger y aprovechar los escasos nutrientes del suelo
amazónico, sometido a permanente erosión por el excesivo calor húmedo y las
constantes y torrenciales lluvias.
Vista desde
el aire, la floresta amazónica se presenta como una tupida alfombra verde
interrumpida sólo por los ríos que la cruzan. Ese tupido follaje busca retener
parte de la lluvia, para que se evapore al calor del sol, a la vez que la gran
altura de los árboles permite una evaporación adicional de una porción del agua
restante en su lenta caída hacia el piso de la selva. En el caso de las
diferentes necesidades nutricionales de las diversas especies de plantas (nitrógeno,
fósforo, calcio, magnesio, azufre etc.), estas se separan y dispersan sobre el
terreno estéril para poder obtener el escaso nutriente necesario.
*En primer
plano se aprecia la copa emergente de un árbol de Puy, en el horizonte el
acantilado norte de la porción Kerepacupai de la famosa meseta Auyantepui.
Estado Bolívar, Venezuela, 1999. Foto por Charles Brewer-Carías
Entre ese
mundo vegetal de características únicas ha habitado el hombre indígena desde la
época prehispánica. Para 1957 aún quedaban 143 grupos étnicos en las selvas de
Brasil. En Venezuela, la Colección Orinoco de la Fundación Cisneros contiene
1627 piezas artesanales de la cultura material tradicional de las actuales
etnias indígenas del Estado Amazonas: Makiritare (Ye´kuana), Piaroa (De´aruwa),
Yanomami (Yanomami), Guahibo (Hiwi), Panare (E´ñepa), Hoti (Hoti), Baniva
(Baniwa), Bare(Bare), Puinave (Puinave), Piapoco (Tsase), Curripaco (Wakuenai)
y Guarequena (Warekena).
Esas
comunidades mantienen su sistema tradicional de vida, el cual sustentan en
todos sus aspectos con los recursos vegetales, animales y minerales de las
selvas, ríos y montañas del medio ambiente, tomando de la naturaleza, con
intuitivo sentido ecológico, lo estrictamente necesario. Al único precio de su
fuerza de trabajo y su capacidad creadora, transforman esos bienes en la base
de su alimentación y en objetos de uso diario como vestuarios, adornos
corporales, armas de caza, variada cestería y cerámica, hamacas, atuendos
rituales, instrumentos musicales, medicamentos, canoas y viviendas, todo
manufacturado en base a tejidos, ataduras, pegamentos de resinas naturales y
ensamblajes de piezas grandes de madera, “sin un sólo clavo”, como decía el
explorador, coleccionista y fotógrafo documental Edgardo González Niño.
Si la
naturaleza cubre plenamente las necesidades de la comunidad se crea el sentir
de que el entorno natural pertenece a todos, lo cual aleja la envidia, el
egoísmo, la mentira, la avaricia, la competencia, a la vez que fortalece la
integridad del grupo étnico, donde rige la verdad como conducta colectiva.
Su mundo
espiritual se apoya en sus ancestrales tradiciones y creencias que respetan y
profesan como su razón de ser, más la absoluta obediencia a su Shamán, máxima
sabiduría y autoridad elegida mediante difíciles pruebas.
Nacer,
crecer y vivir en una comunidad indígena donde prevalecen la amistad, la
fraternidad y la lealtad, con clara conciencia de las responsabilidades
individuales que se suman para el bien común, sumado al respeto a las creencias
ancestrales que fundamentan y definen su identidad, afianzada en un lenguaje
propio, en medio de un ambiente natural arrullado por el canto de las aves y el
correr de las aguas, induce a pensar que aún existe el Paraíso.
*Esta niña
yanomamö se ha adornado las orejas con plumas de garza blanca (Casmerodius
albus). Shabono de Ashidowa-teri en la cuenca del río Siapa. Estado Amazonas,
Venezuela, 1991. Foto por Charles Brewer-Carías
Leyenda de
fotos
*En primer
plano se aprecia la copa emergente de un árbol de Puy (Eperua purpurea). Este
árbol majestuoso de la familia Cesalpinaceae tiene la madera muy dura y florece
en febrero. En el horizonte se aprecia el acantilado norte de la porción
Kerepacupai de la famosa meseta Auyantepui, donde se encuentra la cascada mas
alta del mundo, el Salto Ángel. Estado Bolívar, Venezuela, 1999. Foto por
Charles Brewer-Carías
*Esta niña
yanomamö se ha adornado las orejas con plumas de garza blanca (Casmerodius
albus). Un palito le atraviesa el tabique de la nariz y el tono rojizo de la
cara lo obtuvo frotándose la semilla de lashá (Bixa orellana). Shabono de Ashidowa-teri en la cuenca del río
Siapa. Estado Amazonas, Venezuela, 1991. Foto por Charles Brewer-Carías