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Hillary disfrutando de un helado |
(autor de la nota: MARC BASSETS Washington 24 MAY 2015 - 03:24 CEST)
EL BLOG
OPINA
La política es un
monstruo de mil cabezas y es el dinero lo que fluye en las venas y arterias de
la criatura, capaz de comprar mucho si se lo administra con sapiencia y
discreción. Los Estados Unidos de América, una nación que se rehace a sí misma
en cada contienda electoral y hoy está en plena carrera en la lucha por los
votos de los contribuyentes. Todo apunta a favor de la experiencia, el buen
nombre y el honor de los candidatos. Hillary Clinton tiene todo eso de sobra,
además de simpatía y la imagen de una mujer luchadora. Ya los EE.UU. tuvo su
primer presidente negro, eso fue prioritario y no le ha ido mal. Ahora falta la
primera presidenta y ya se viene firme e indetenible…, Dios dirá.
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Hillary
Clinton afronta nuevas dudas sobre su honestidad
Los
donativos a la fundación familiar, los cobros por discursos y los correos
electrónicos ocultos marcan la nueva campaña
MARC
BASSETS Washington 24 MAY 2015 - 03:24 CEST
Hillary
Clinton, aspirante demócrata a la Casa Blanca , afronta nuevas dudas sobre su
honestidad. Desde que en abril anunció su candidatura a las presidenciales de
2016, el goteo es incesante: donativos interesados a su fundación filantrópica,
cobros millonarios por sus discursos y por los de su marido, el expresidente
Bill Clinton, correos electrónicos ocultos en su etapa como secretaria de
Estado. Por ahora nadie ha probado ninguna ilegalidad y los efectos en los
sondeos son mínimos.
Los
Clinton son una presencia constante para los estadounidenses desde hace
décadas. Sus falsos y verdaderos escándalos, de Whitewater a Lewinsky, forman
parte del vocabulario político de este país.
Una
imagen, próxima a la caricatura, se ha afianzado con los años en el mundo
mediático y político: la de una pareja, Bill y Hillary Clinton, siempre al filo
de la legalidad o de lo éticamente aceptable. Con los Clinton, que llevan casi
cuarenta años en el poder o en sus aledaños, cada gesto es susceptible de
llevar una intención oculta; cada negocio, un indicio de corrupción.
Una
figura clave de la política estadounidense, que ayuda a entender muchas
obsesiones del Washington contemporáneo, es Richard Nixon, el presidente que
cayó por el escándalo Watergate. Es el término comparativo que usan algunos
detractores de Hillary Clinton, candidata a las presidenciales de noviembre de
2016. “No es Nixon. No hay pruebas de que haya hecho nada parecido a lo que
ocurrió en la
Administración Nixon ”, zanja el historiador Julian Zelizer.
“Pero vive bajo la sombra de Nixon”. Como todos los políticos desde los años
70, añade.
La
campaña de Hillary Clinton —ex primera dama, exsenadora, ex secretaria de
Estado- arrancó a mediados de abril. Desde entonces no hay semana que no se
filtre o se divulgue una información que alimente la desconfianza.
FILANTROPÍA
Y PODER
Bill
Clinton, presidente entre 1993 y 2001, se dedicó a la filantropía tras dejar la Casa Blanca. El
nombre actual de la fundación es Bill, Hillary & Chelsea Clinton
Foundation.
Los donativos
extranjeros están prohibidos en las campañas de EE UU para evitar injerencias.
Pero no a las fundaciones.
La
fundación se ha impuesto restricciones: sólo seis gobiernos podrán seguir
donando direcamente y las actividades en el extranjero se restringen.
Ya
ocurrió en 2008, cuando se enfrentó a Barack Obama en las primarias para la
nominación demócrata y Obama basó parte de su estrategia en minar la
credibilidad de Clinton. Ahora el foco apunta a la Fundación Clinton.
El trabajo filtrantrópico de la fundación está fuera de duda. El problema son
los donativos de individuos, empresas y gobiernos extranjeros. Cuando Obama
nombró a Clinton secretaria de Estado, en 2009, afloró la posibilidad de que
otros países influyeran, por medio de la fundación, en la política exterior de
EE UU.
En las
últimas semanas se ha publicado un libro —Clinton cash, del conservador Peter
Schweizer- e investigaciones en la prensa que arrojan más sospechas. The New
York Times se centró en los donativos —millones de dólares- de inversores de un
fabricante canadiense de uranio interesado en que la Administración Obama ,
mientras Clinton era secretaria de Estado, aprobase su venta a la agencia
atómica rusa, Rosatom.
“Los
Clinton”, dice Zelizer, “llevan mucho tiempo en política, y este es un sistema
en que el dinero se halla por doquier”. El corolario: es inevitable que ambos
carguen con un bagaje incómodo y que el dinero —el que han cobrado o el que ha
recibido su fundación- esté bajo lupa. También lo está su credibilidad, su fiabilidad:
el carácter, como dicen en EE UU. Es decir, la honestidad.
Episodios
recientes apuntan en esta dirección. Primero, el de los correos electrónicos de
Clinton durante su etapa al frente del Departamento de Estado, correos privados
aunque su uso era profesional. Y segundo, el de los ingresos por los discursos
de ambos, algunos financiados por entidades con intereses en EE UU: más de 25
millones de dólares desde el inicio 2014.
Nada de
esto parece dañarla ante los votantes. En los sondeos, Clinton saca más de un
50% de votos a cualquier rival demócrata en las primarias y batiría a cualquier
republicano en las presidenciales.