(1891 -
1956)
Autor: Osvaldo Bayer
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"Mil
y mil veces maldita tierra aborrecida del crimen, del sufrimiento y del
sicario. Bajo el azote helado de tus huracanes gime el hombre; la angustia
roe las almas de las víctimas; los abnegados, los Radowitzky, agonizan,
mártires de la chusma del máuser, y, sobre el hórrido concierto de sollozos,
se oye, siniestra, la carcajada del verdugo."
Así
comenzaba un volante del diario anarquista La Protesta,
para el 1º de Mayo de 1918, el Día de los Trabajadores. Estoy en Ushuaia, en
el edificio del antiguo penal, y hablo sobre Simón Radowitzky ante una
concurrencia formada principalmente por gente joven. Nunca hubiera soñado
antes que iba a tener esa posibilidad. En los años setenta publiqué un libro
que se titulaba Simón Radowitzky,
¿mártir o asesino?, que fue a parar a la hoguera de la dictadura
de los Videla y Massera. ¿Quién era ese Simón Radowitzky que había sido una
figura legendaria del movimiento obrero en las tres primeras décadas de este
siglo y que había pasado veintiún años de su vida en la cárcel, la mayoría de
ellos en el penal de Ushuaia, una de las páginas más negras de la historia
penal del género humano de la cual tendríamos que avergonzarnos los
argentinos? Y que se mantuvo no sólo durante el gobierno de los conservadores
liberales sino también durante los tres gobiernos primeros del radicalismo.
Los que más cantaron a Simón Radowitzky, llamado el "mártir de
Ushuaia", fueron los payadores criollos en los mitines y asambleas
obreras.
"Traigo
aquí para Simón
este
manojo de flores,
del
jardín de los dolores
del
alma y del corazón:
traigo
para aquel varón
valiente
y decidido,
este
manojo que ha sido
hecho
con fibras del alma,
en
un momento sin calma
de
rebelde convencido."
Así
cantaba el payador Manlio por la década del veinte.
Es
que Simón había corporizado la violencia de abajo al matar de un preciso
bombazo al jefe de policía coronel Ramón L. Falcón después que éste
reprimiera brutalmente la manifestación obrera del 1º de Mayo de 1909. Ese
día ocurrirá la más grande tragedia obrera hasta ese momento de nuestra
historia social. La policía montada al mando del comisario Jolly Medrano,
después de que sonara el clarinazo de ataque ordenado por el propio coronel
Falcón, se lanza sobre las columnas obreras en la Plaza Lorea. Parece una
estampa de la Rusia imperial cuando los cosacos atacaban concentraciones de
famélicos proletarios en San Petersburgo o en Moscú. En la historia de las
represiones obreras, la del coronel Falcón quedó como una de las más cobardes
y alevosas. En un primer momento se cuentan treinta y seis charcos de sangre.
Para explicar el drama, el militar traerá el argumento que todavía hoy se
emplea en la Argentina: le echa la culpa a los "agitadores".
Seguirán días de paro general proclamado por la FORA que tendrá un desarrollo
muy violento. Esos días continuará la brutal represión y se seguirán sumando
los muertos. Los obreros no se rinden porque:
"Los
tiempos ya terminaron
en
que hubo feudales bravos
que
agarraban a los esclavos
y
fiero los azotaron
¡Hoy
no! Ya se rebelaron,
Y
ese hombre hoy, febril y ardiente
cuando
ve que un prepotente
burgués
quiere maltratarlo:
cara
a cara ha de mirarlo,
cuerpo
a cuerpo y frente a frente!"
Así
fue. Ese joven judío de apenas 18 años, obrero metalúrgico, esperará al
coronel Falcón y pondrá fin a la vida del orgulloso militar que era todo un
símbolo para los hombres de uniforme: Falcón había sido el cadete número uno
recibido en el Colegio Militar creado por Sarmiento. Simón trata de
suicidarse pero es capturado, condenado a muerte y luego, como es menor de
edad, a prisión perpetua a cumplir en el penal de Ushuaia, con el agravante
de que cada año, en oportunidad de cumplirse cada aniversario de su atentado
contra Falcón "deberá ser llevado a reclusión solitaria a pan y agua
durante veinte días", como dirá la sentencia.
En
la prisión, sólo comparable con la de la Isla del Diablo, Radowitzky se
convertirá en el "mártir de la anarquía". Será un místico de la
resistencia y del altruismo con los demás presos. Protagonizará una huida
legendaria a través de los canales fueguinos hasta que es capturado por un
buque de guerra chileno y entregado a los carceleros argentinos. Todos los
castigos inimaginables serán entonces para él. Aunque enfermo de
tuberculosis, el clima del extremo sur y el aislamiento no lo amedrentan y
sigue siendo el defensor de los demás presos para quienes Simón es una
personalidad mística y al que admiran casi con respeto religioso.
Sus
compañeros de ideas de todo el país no lo abandonaron en ningún momento.
Miles de mitines y su nombre siempre en la primera página de sus
publicaciones. Hasta que en 1930, Yrigoyen firmará el indulto. Pero el
gobierno radical no se aguanta al carismático atentador en territorio
argentino y lo expulsa al Uruguay. Allí será detenido y poco después
soportará presidio en la isla de Flores. Hasta que en 1936, ya en libertad,
marchará a la Guerra Civil española a luchar contra el fascismo de Franco.
Morirá en México en 1956 mientras trabajaba de obrero en una fábrica de
juguetes, el mejor oficio que puede tener un ser humano.
Me
paseo por las celdas del presidio de Ushuaia, cuarenta años después de la
muerte del "santo de la anarquía". Los muros del oprobio. Oprobio que
años después se iba a trasladar a los dominios de otros carceleros con
uniforme militar: los campos de concentración de los Bussi, los Menéndez, los
Camps. Pienso en estos verdugos cuando atravieso el portón de salida del ex
presidio austral. Y me consuela un pensamiento que me asalta en ese momento.
Esos tres jamás tuvieron juglares criollos que les cantaran. De Radowitzky
quedan los recuerdos de esas coplas del auténtico pueblo:
"Simón,
la fe no desmaya
y
el pueblo sí que resiste
te
ha de sacar, Radowitzky,
de
las mazmorras de Ushuaia."
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar
EL
BLOG OPINA
Sin duda este hombre
era de una sola pieza. Sus ideales equivocados o no, (no es nuestra intención
juzgarle) constituían un firme, valiente e indoblegable compromiso de
conciencia.
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sección dedicada a las ARTES PLÁSTICAS (Expone Juan Yáñez)
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