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El regreso de
Berlusconi sería una mala noticia para Italia y para Europa
EL PAÍS 18 JUL 2012 - 00:01 CET MARCOS BALFAGÓN
Silvio Berlusconi
no ha tenido ni que hablar. Les ha bastado a sus fieles susurrar que Il
Cavaliere podría presentarse a las próximas elecciones de 2013 para que la
política italiana se haya convertido en un hervidero: podría volver a ganar y
ser de nuevo primer ministro. Esto no va en broma. Berlusconi no es Beppe
Grillo, el cómico profesional metido a político para desafiar al sistema, sino
el empresario que manejó el Estado como una empresa propia y que llevó a la
política esa comicidad de baja altura no vista en un dirigente italiano desde
tristes y pasadas épocas. Tras el revuelo, Berlusconi ha dicho que “no piensa
decepcionar a su partido”, al que devolverá el nombre de Forza Italia. Nada
casualmente, las declaraciones las ha hecho al diario populista alemán Bild,
para que Merkel se entere; la canciller fue decisiva en la caída del primer
ministro italiano, que demoraba una y otra vez los ajustes y reformas que
necesitaba la economía italiana.
Ya se ha encargado
el propio Cavaliere de difundir unas encuestas según las cuales su partido sin
él se hundiría, aunque en los sondeos va por detrás de la izquierda de los
demócratas. De todas formas, es pronto para vaticinar quién podría formar
gobierno tras las elecciones, dada la fragmentación política italiana y sus
problemas económicos que Berlusconi no solo corrigió, sino que agravó. De
momento, los suyos están amagando con dejar de apoyar las medidas del Gobierno
de Mario Monti, supuestamente un técnocráta, pero en realidad un político que
está poniendo a Italia donde le corresponde en la mesa europea e impulsando
ajustes y reformas que su antecesor demoró. Sin duda este pensó que el profesor
se quemaría en pila funeraria de esta dura crisis.
Berlusconi quiere
mejorar su imagen, esta vez no la física, sino la imagen moral, intentado dejar
atrás el escándalo de las velinas aunque le pesa la acusación de inducción a la
prostitución de una menor. Ya se sabe lo que sugiere la amplia sonrisa de don
Silvio, que a tantos cautivó: una dudosa moralidad.
¿Volverá
Berlusconi? Chi lo sa! Sería una mala noticia para Italia, para
Angela Merkel y para todos los europeos.
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